Mi historia en la UPN

Soy Edgar Pérez Ríos egresado de la Licenciatura en Pedagogía, generación 2007-2011, y la Maestría en Desarrollo Educativo de la Universidad Pedagógica Nacional (UPN), Unidad Ajusco.

Siempre he pensado que la UPN es una obra maestra, por su arquitectura, pero sobre todo por su quehacer, pues en la cotidianidad de sus aulas se tejen grandes sueños y proyectos, como el que ahora quiero compartir.

Siempre me involucré con la educación rural, situación que en 2010, cuando cursaba el sexto semestre, me llevó al municipio de Libres en donde fui partícipe del programa “Tutores Comunitarios de Verano”, del Consejo Nacional de Fomento Educativo (Conafe), enfocado a evitar la reprobación y latente deserción de niños con bajo rendimiento escolar.

Lo vivido en Libres, Puebla, terminó por convencerme de mi pasión por la educación rural y, más aún, espoleó mis deseos de poder contribuir con la educación de los niños del campo, quienes siempre han estado en franca desventaja ante sus pares en la ciudad. Lo anterior se evidencia en mi tesis de licenciatura A un siglo de distancia (1911-2011): semejanzas y diferencias de la educación micro-rural en México, que realicé bajo la asesoría de la doctora Amalia Nivón Bolán. Misma que resultara ganadora del 2º Lugar del Concurso de Tesis UPN, 2013, cuyo premio fue la publicación de la obra en formato electrónico.

Una vez concluida mi formación como pedagogo volví la mirada hacia las comunidades rurales indígenas y/o campesinas. En esta ocasión participando en el programa “Asesores Pedagógicos Itinerantes”, también del Conafe. Durante el ciclo escolar 2011-2012 colaboré en comunidades del municipio de Cadereyta de Montes, Querétaro; y en 2012-2013 en el municipio de San Miguel de Allende, Guanajuato. Sin lugar a dudas la UPN me había inyectado un espíritu guerrero, me había acercado a grandes educadores como Paulo Freire, Freinet, Montessori, Rosseau, Dewey, entre otros; mismos que intentaba imitar en aquellas zonas rurales del país, donde la escuela es el único medio donde se vislumbra la esperanza de un futuro mejor.

¡Un futuro mejor!

Cuánto me afligía la idea de pensar en un futuro mejor en aquellas comunidades donde la pobreza se vive día con día, donde la comida es monótona, donde los instructores comunitarios del Conafe junto a las escuelas –salvo Estados Unidos– eran la única esperanza de acceder a un mejor mañana. Menos mal en mi formación académica había visto panoramas similares a los que ahora estaba viviendo, lo que fue vital para seguir adelante y no claudicar ante un sentimiento inmenso y a la vez abrumante.

En el año 2014, producto de mis experiencias en la ruralidad mexicana formulé un proyecto de investigación que diera cuenta, precisamente, del futuro de la educación de los niños de comunidades rurales e indígenas de México. Propuesta que postulé para estudiar la Maestría en Desarrollo Educativo. Pertenecí a la generación 2014-2016 y me titulé con la tesis Salir adelante: la prospectiva desde la educación comunitaria ikoots en San Mateo del Mar, Oaxaca, asesorada por el doctor Antonio Carrillo Avelar, la cual refleja la esperanza compartida por miles de niños que esperan de la educación y la escuela algo más que sólo un espacio a donde ir a pasar las horas.

La maestría fue para mí la continuación de mis estudios de licenciatura, no solamente en el sentido cronológico o meramente académico, sino en cuanto a mi proyecto personal y profesional; puesto que en la licenciatura me di cuenta del pasado y presente de la educación rural, mientras que en la maestría me aboqué al futuro, desde un enfoque prospectivo. Ciertamente los resultados encontrados en estas dos investigaciones no son alentadores, queda mucho por hacer en el campo.

He podido compartir un poco de estas experiencias a través de diversos espacios académicos: ponencias en México y en el extranjero, un capítulo dentro de un libro y diversos artículos publicados en revistas nacionales e internacionales. Una de esas revistas es Chispas para encender ideas dirigida a instructores comunitarios de Conafe, que aborda temáticas vinculadas con la necesidad de una educación intercultural. Cabe señalar que esto ha sido posible entre otras cosas, gracias a los aprendizajes y experiencias que he adquirido en la UPN a lo largo de cuatro años de licenciatura y dos de maestría, a través de los excelentes profesores con quienes he compartido además de aprendizajes, valiosas amistades.

 

  

A sabiendas de lo mucho que nos falta por hacer y sin olvidar mi compromiso hacia la educación rural e indígena me postulé para el Doctorado en Investigaciones Educativas del Departamento de Investigaciones Educativas del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional, en el cual fui aceptado. Actualmente estoy por comenzar el curso propedéutico para preparar mi proyecto de investigación vinculado a la relación que se gesta entre las escuelas y las comunidades en términos culturales y lingüísticos, investigación que realizaré en el municipio de donde soy originario: San Jerónimo Coatlán, Oaxaca, cuya lengua materna es el di'zhke'.

La UPN ha sido la detonadora del camino que he andado y de lo que me falta por recorrer. Es una Gran Casa de Estudios a la cual le debo respeto, le debo el ímpetu, la preparación y sobre todo el haberme encaminado en aquellos terrenos rurales donde aún se está a la espera de que la educación cumpla su prometido gestado hace casi cien años con la Revolución Mexicana.

Necesitamos pues, más soldados, más guerreros…

San Jerónimo Coatlán, Oaxaca a 02 de junio de 2017