Mi experiencia en el taller de Bailes de Salón


Por Miriam Díaz Herrera

 


"La esperanza de una nación radica en la educación adecuada de su juventud"
Erasmo

Cuando entré a la Universidad Pedagógica Nacional, conocí su oferta cultural, sin embargo, me enfrentaba a una excesiva carga laboral por las tardes, suceso que impedía mis deseos de pertenecer a los Talleres Culturales. Con emoción asistí a la primera presentación que se ofreció durante mi primer semestre en esa casa de estudios. Al entrar al Auditorio Lauro Aguirre el ambiente era de alegría, de disfrute, todos los grupos hacían su mayor esfuerzo e impregnaban en el ambiente cierta energía, sin embargo, un grupo llamó totalmente mi atención. Han pasado casi cuatro años y no olvido como mi piel se erizó y mis ojos se mantuvieron fijos ante tal magistral baile, se escuchó el primer tiempo de un danzón, quienes bailaban tenían una expresión de disfrute, de alegría, como si nada a su alrededor existiera. Los integrantes eran de edades diversas, había personas de la tercera edad así como personas muy jóvenes, nada comparado a ningún otro taller. Esa tarde el Taller de Bailes de Salón, había logrado impresionarme con su ejecución, desde ese momento anhelé entrar al grupo representativo Son del Corazón y cuando me vi liberada de mi carga laboral no dudé en hacer todo los posible por estar ahí.

Entré con la plena convicción de aprender a ejecutar todos los bailes de salón, pero, en especial, quería aprender a transmitir lo que sentía al bailar, tal como lo hizo en el escenario el grupo Son del Corazón, aquella tarde.

 

 

Cuando llegué conocí a la profesora Sandra Julieta Pérez Pérez, quien me sorprendió en todo momento con sus métodos de enseñanza, así como su excepcional formación, pues contaba con amplia experiencia en su área. Siempre se mostró dispuesta a enseñar, repasar y organizar cada coreografía, su pasión y entrega se veían reflejadas en la dinámica del grupo. Al estar ahí, te sentías como parte de una familia, te contagiaba el sentimiento de lucha por preservar a través del baile el tan prejuiciado danzón, nos hablaba de su composición y de su legado histórico, sus aportaciones siempre me llevaban a investigar más sobre la historia e impacto de los bailes de salón en nuestra cultura.

Aprendí con destreza cada ritmo, asistí a cada clase con entusiasmo, en mi tiempo libre, no hacía más que practicar los pasos y coreografías. La disciplina en el taller fue fundamental, cada integrante tenía que asumir su participación y desempeño con base en el bienestar del grupo, entre compañeros nos apoyamos y alentamos a mejorar nuestra técnica y de este modo surgieron lazos de amistad que trascienden a lo largo de este tiempo.

La primera presentación que tuve con el grupo, fue en el Teatro de la Juventud, bailamos el excelso danzón Tócalo con Limón lo que sentí al escuchar a la danzonera tocando en vivo fue único, cada movimiento estaba en comunión con la música, todo a tu alrededor desaparece y en ese momento sólo fluyes y tu esencia se ve reflejada en cada paso.

 

 

Durante los años que participé en el taller nos presentamos en escenarios de importancia nacional, esta situación realmente me motivó siempre a dar lo mejor de mí y a aprender más.

Estar en el taller contribuyó de manera importante en mi vida personal ya que fortalecí el hábito del ejercicio, por lo tanto cuide más de mi salud tanto física como mental, en este último aspecto noté que mi autoestima y seguridad aumentaron, logré expresar mis sentimientos y emociones con mayor claridad, aunado a esto mis gustos musicales aumentaron y se diversificaron, lo cual te da una perspectiva distinta en muchos sentidos.

Mi estancia en el taller también impactó en mi formación profesional, ya que fortalecí mi disciplina y compromiso, aprendí a trabajar en equipo desde una nueva perspectiva, al enfrentarme a situaciones frente a grupo me desenvolví con mayor seguridad y firmeza, pero lo más importante es que la dinámica que la profesora Sandra generaba en el grupo, me permitió apreciar la importancia de preocuparte y ocuparte de la persona, del ser humano que está frente a ti, de hacer que se sienta parte de algo importante, de contagiar a través de tu ejemplo la pasión por tu disciplina, pues a través de los vínculos afectivos es como se da pie al verdadero conocimiento, bajo ese modelo he guiado mi labor profesional en cada escenario educativo en el que he participado.

Al participar en el taller surgió en mí la convicción de que la cultura debe ser parte de toda persona sin excepción, pues a través de ella cada persona crea nuevos mundos.

 

 

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  • Última Actualización:Viernes 22 Marzo 2024.
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